En 1910 el premio nobel de física Guglielmo Marconi visitó la Argentina con motivo de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, y estuvo en Bernal donde realizó experiencias pioneras que impulsaron el desarrollo de la radio en el país.
Por Juan C. Benavente*
“Por medio de la electricidad, el mundo de la materia se ha convertido en un gran nervio… ¡El globo terráqueo es un enorme cerebro imbuido de inteligencia!”. La sentencia del escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne (1804-1864), a propósito del telégrafo, anticipó el mundo del futuro. A 150 años de esa profecía, la humanidad navega —o naufraga— en un vasto océano de ondas electromagnéticas que de algún modo constituyen ya, al gusto de Hawthorne, una suerte de “conciencia” planetaria.
Siempre es difícil —y arbitrario— establecer un punto cero. Pero no hay dudas de que las comunicaciones inalámbricas (sin cables, por ondas de radio) generó una revolución dentro de la revolución tecnológica; en esa agitación, una experiencia provinciana nos toca de cerca.
En 1910, el premio Nobel de Física Guglielmo Marconi (1874-1937) efectuó una visita a la Argentina que a la par de la invitación por los festejos del primer centenario de la Revolución de Mayo, no era tampoco ingenua. Lo orientaba, entre otros, el noble propósito de establecer contacto radiotelegráfico desde este rincón del mundo y, de paso, expandir el mercado para sus inventos.
Del telégrafo al radiotelégrafo
En 1844 se produjo un importante acontecimiento: el norteamericano Samuel Morse, utilizando un código de puntos y rayas que había desarrollado junto a Alfred Vail, envió la bíblica frase “What hath God Wroght!” (¡Qué ha forjado Dios!) a través de una línea telegráfica entre Baltimore y Washington. Las barreras del espacio y del tiempo en la comunicación humana comenzaban a desmoronarse; el telégrafo prefiguraba el nuevo mundo de lo instantáneo. Después, Grahan Bell patentó un invento que permitía convertir las vibraciones sonoras en impulsos eléctricos y viceversa: salió a la luz el teléfono, sobre el que hubo luego una disputa de patentes.
Mensajes codificados y voces viajando a velocidades futuristas; el Progreso, que ya viajaba en barcos y trenes a vapor, se subía a la electricidad.
En nuestras pampas provincianas, el entonces presidente Domingo F. Sarmiento inauguró en 1874 las comunicaciones interoceánicas mediante cables telegráficos con lo cual Argentina entraba así a la primera era global.
Sin embargo, tanto el telégrafo como el teléfono necesitaban una línea material, “un cable”, para que puedan enviarse los mensajes de un punto a otro. La entrada en escena de Marconi le dará un giro revolucionario a las comunicaciones. Sobre las experiencias del alemán H. Hertz, una pregunta simple motivo su inquietud: ¿Será posible ubicar un receptor a distancia del transmisor de ondas y verificar que éstas se desplacen por el espacio?
Sobre esa idea el joven científico se puso a trabajar y tras varias experiencias logró en 1895 transmitir un mensaje telegráfico a la distancia de 1700 mts.: es el nacimiento de la telegrafía sin hilos (sin cables). En Italia, sus trabajos despertaron poco interés y se trasladó a la pragmática Inglaterra. Allí fundó en 1897 la que en pocos años fue la Marconi´s Wireless Telegraph Company.
Según dicen, Marconi sazonó con picardía una experiencia un poco discutida en la actualidad: en 1901 aseguró haber recibido radiotelegráficamente la letra S (tres puntos en código Morse) a través del Atlántico Norte, a una distancia de 3200 km de la estación transmisora, generando una enorme expectativa internacional. Los experimentos continuaron y el sabio italiano se encargó personalmente de promocionar sus desarrollos por el mundo. Afecto a las grandes demostraciones, era considerado una suerte de “mago” o “ilusionista”, todo lo cual acrecentaba su fama —y negocios—, sin por ello menguar sus grandes contribuciones a la ciencia y la tecnología.
Según las crónicas, hacia 1908 creó una sucursal de su compañía en la localidad de Bernal, 17 km al sur de Buenos Aires, gerenciada por allegados. Bernal era un lugar de quintas veraniegas y montes frutales, y desde hacía años se habían afincado varias familias italianas.
Remontando barriletes en Bernal
En la lejana primavera de 1910, Marconi y sus colaboradores desembarcaron en Buenos Aires trayendo consigo numerosos equipos y barriletes; su destino final: Bernal.
El ingenioso —y económico— recurso del barrilete había sido experimentado con éxito por Marconi en otras oportunidades. El hilo de remontar era un conductor eléctrico, y la cometa no hacía más que tender una larga antena al cielo, reemplazando a las enormes estructuras metálicas de las torres de antenas.
Finalmente, y tras varios intentos, en una ventosa tarde de 1910 los auriculares del ingeniero italiano vibraron: las señales provenientes de Cánada primero e Irlanda después, pudieron captarse en Bernal. El primer contacto radiotelegráfico de la Argentina se había realizado. El lugar de la pionera experiencia de Bernal fue en las proximidades de la Plaza Suiza, ubicada en Barrio Parque, al este de las vías del ferrocarril. Se supo que Marconi había previsto instalar en la zona una estación de radio, para lo cual había enviado materiales para las torres.
Que haya sido una recepción no opaca la trascendencia de un suceso que inauguró las comunicaciones inalámbricas en nuestro país y que entusiasmó a cientos de experimentadores vernáculos, que se largaron a la conquista de las ondas.
Universidad, historia y radio
En la actualidad, a escasos mil metros del lugar se encuentra la Universidad Nacional de Quilmes. En el marco del proyecto de extensión “Uniendo Voces”, docentes, graduados y alumnos están efectuando una indagación para reconstruir desde la universidad, la experiencia de Marconi en Bernal y las de otros experimentadores que colaboraron en el desarrollo de la radio en Quilmes y en el país. El Radio Club Quilmes, institución que desde 1949 recoge el espíritu de la experimentación en radio y brinda cursos de radioaficionados, colabora con el equipo universitario en esa indagación.
*Docente en el área de radio de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), radioaficionado y director del proyecto de extensión universitaria “Uniendo Voces”.