Alberto Fernández cumple este viernes dos años de gestión. Hace 731 días, ante la Asamblea Legislativa, daba un primer discurso como Jefe de Estado cargado de promesas: unidad, recuperación económica, respecto a los derechos humanos, igualdad de género, entre otras.
Alberto Fernández: “Vengo a convocar a la unidad de toda la Argentina”
Pasada la campaña del 2019 y pasada la elección, Alberto Fernández se presentaba a sí mismo como el Presidente que “uniría a todos los argentinos”, más allá de las banderas políticas. “Vengo a convocar a la unidad de toda la Argentina, en pos de la construcción de un nuevo contrato ciudadano social, que sea fraterno y solidario”, dijo en su discurso de asunción.
El ensayista y analista político Alejandro Katz considera que hay dos formas de analizar esa frase presidencial: qué es lo hizo Alberto Fernández en estos dos años para cumplir y en qué medida tuvo resultados.
“El presidente no actuó en modo alguno para cumplir esa promesa. Es más: incluso desperdició un escenario que ofrecía una ocasión única para avanzar en su promesa. La pandemia era la oportunidad de cesar con la polarización. La sociedad -la dirigencia política, económica y social también- hizo saber su disposición a deponer las armas, y el Presidente, que primero pareció entender ese mensaje, rápidamente lo abandonó para retomar el discurso confrontativo”, señala Katz.
“Respecto de la unidad de toda la Argentina resulta hoy, a la luz de estos dos años de Gobierno, más una amenaza que una aspiración noble. En la mentalidad presidencial la unidad no significa unidad en la diversidad sino unanimidad y exclusión de la diferencia. La unidad nacional podría ser una aspiración si con esa expresión quisiera designarse la construcción de una comunidad política plural, múltiple y sin hegemonía. Evidentemente, no es esa la idea que guía el discurso presidencial”, agrega.
A poco de asumir, y cuando persistían las dudas sobre la impronta que le daría a su gobierno tras haber sido designado por Cristina Kirchner como candidato, Alberto Fernández registraría su mejor momento de popularidad. El 19 de marzo de 2020, anunciaba el inicio de la cuarentena preventiva por el coronavirus. Eran días dorados para el Presidente, que se presentaba como un líder “protector” ante un mundo colapsado por el COVID-19. Mientras Europa contaba cientos de muertes todos los días, Fernández le abría las puertas de la Casa Rosada no solo a los gobernadores oficialistas, sino también a los opositores para coordinar medidas sanitarias. La imagen que reproducían los medios, en ese momento, era la de un Gobierno que ponía a la lucha contra el coronavirus por encima de los intereses partidarios.
Fueron seis meses consecutivos en la caída de la imagen de la gestión que sólo se frenaron con el esperado anuncio del final de las restricciones por el COVID-19, en noviembre de 2020. Durante ese período, las restricciones se prorrogaron mes a mes, y el alto número de casos y fallecidos acumulados aumentaba los cuestionamientos al manejo de la pandemia.
En paralelo a las sucesivas cuarentenas también hubo otras medidas de alto impacto, como la liberación de presos en la provincia de Buenos Aires, y la imprevista -y finalmente fallida- estatización de la empresa Vicentin.
Diciembre de 2020 fue políticamente intenso. Primero se conoció, a mediados de mes, que el Gobierno no había podido cerrar un acuerdo con el laboratorio Pfizer para la compra de vacunas contra el coronavirus, una polémica que permaneció instalada durante buena parte de 2021 en los medios de comunicación, alimentada por la escasez de vacunas en el país, y el fracaso del Gobierno para firmar contratos con los principales laboratorios norteamericanos.
A finales de ese mismo mes, el Congreso aprobó la nueva ley de legalización del aborto, que le permitió festejar por primera vez al oficialismo, que había impulsado esa iniciativa. El Gobierno promulgó la normativa en enero, otro mes en que su imagen permaneció estable, de la mano de una baja en los casos y fallecidos, la llegada del verano con la vuelta del turismo y las principales actividades, y el inicio de la campaña de vacunación
Pero días después llegó el que sería uno de los grandes escándalos en la gestión de Fernández: el vacunatorio VIP. La percepción social volvió a caer tres meses seguidos desde que se hiciera público que funcionarios, familiares y allegados del kirchnerismo tenían privilegios para vacunarse con las pocas dosis que habían ingresado al país en febrero de 2020.
Al contexto problemático desde lo económico y también sanitario por la escasez de vacunas se le sumó una crisis política. Por primera vez desde que había estallado la pandemia, Fernández se enfrentó con Rodríguez Larreta cuando el jefe de gobierno porteño desafío las disposiciones nacionales con la apertura de las escuelas, a mediados de abril de 2021.
Días después, el Presidente anunciaba que se había contagiado de COVID-19, pese a tener las dos dosis de la vacuna Sputnik V, promocionada por el Gobierno.
Al mes siguiente, el Presidente citó erróneamente al escritor Octavio Paz y desató una polémica inolvidable. “Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos. Y eran barcos que venían de Europa”, dijo Fernández en una conferencia de prensa junto a su par español, Pedro Sánchez.
De polémica en polémica, la siguiente gran caída ocurrió justo antes de las elecciones, cuando se conoció en agosto una foto que revelaba que, en plena cuarentena, Fabiola Yañez había festejado su cumpleaños en secreto en la Quinta de Olivos
La pandemia marcó la gestión de los dos primero años de Alberto Fernández. La agudización de la crisis social y económica se agudizó por las diferencias internas en la coalición gobernante. Alberto sueña con lo que no fue y podría haber sido en estos dos años. Cristina Kirchner y La Cámpora se lamentan por la dilapidación de los votos logrados en 2019 e intentan recuperar la mística del relato en el acto de hoy en Plaza de Mao. El Frente Renovador de Sergio Massa mira expectante. Los que sobran en los últimos dos años del actual mandatario son interrogantes