A menos de un mes del asesinato de Lucas González, el joven jugador de Barracas Central a l que la policía porteña acribilló a balazos, otro caso de gatillo fácil conmueve a la sociedad: en este caso, la policía bonaerense fue la que disparó a matar otro adolescente de 16 años, identificado como Luciano Olivera.
Ocurrió en la madrugada de este viernes en Miramar, provincia de Buenos Aires, tras una persecución de los efectivos bonaerense que intentaban identificar al joven que huyó de un control policial. La fiscal Ana Caro está a cargo de la investigación del confuso hecho, en el que otro adolescente muere a causa de los abusos policiales. El crimen generó intensas protestas que desembocaron en disturbios en dicha ciudad.
Según publica Infobae, la versión de lo sucedido es confusa: el sumario posterior elaborado por el Comando de Patrulla de Miramar asegura que a las 4 de la mañana un móvil intentó identificar a un joven a bordo de una moto Yamaha YBR de 125 cc color roja que se dio a la fuga al ser alertada en la zona de la plaza principal de la ciudad balnearia. Luego, la moto fue interceptada por otro móvil del comando que ocupaban cuatro efectivos con rangos de sargento, oficial y oficial inspector.
Habría que preguntarse entonces ante los reiterados casos de gatillo facial ¿No había otra forma de intervención que no fuera con un arma con balas de plomo? Quizás todo se hubiera evitado si el Gobierno de Alberto Fernández autorizara el uso de las llamadas pistolas Taser, este es un buen momento para entender la importancia que tienen las armas no letales en el uso de casos como éste. Es una herramienta fundamental, acá tenemos un caso típico donde un arma no letal podría haber resuelto esta situación de una manera distinta.