Anselm Grün, escritor, psicólogo, teólogo y monje benedictino alemán, vivió desde joven hasta hoy con 75 años en un monasterio Benedictino de Alemania. Dedicó su vida al estudio, y escribió su último libro: “CUARENTENA, cómo lograr la armonía en casa,” Nueva Época tomó de la obra literaria frases y conceptos que consideramos de importancia para trasmitir a nuestros lectores.
A comienzos de este año cuando apareció en Europa el fenómeno pandémico del Covid-19 Anselm Grün agregó a su colección de libros escritos, su último obra:” CUARENTENA, Cómo lograr la armonía en casa”, en la que el autor brinda las claves para sobrellevar una vida de “encierro” y mantener la armonía, la actividad, y creatividad, a partir de su experiencia de vida entre sus “monjes hermanos” de la comunidad religiosa, compartiendo la experiencia que los monjes benedictinos han acumulado durante 1500 años y “que hoy pueden ayudar de veras de manera concreta”
Una de sus observaciones de Grün es que en la actualidad nos hemos acostumbrado a vivir de manera unipersonal, más unidos al mundo exterior a través del estudio, el trabajo, el gimnasio, actividades deportivas, encuentros sociales entre amigos en bares, casas etc., que con el interior, con nuestra familia. Se fue perdiendo la costumbre de una vida en común estrecha y duradera intrafamiliar. Esto hace que para muchas personas resulte tan traumática la desconexión con el mundo exterior, pero no debemos olvidar –dice el autor-, que hay un mañana y una vida después del coronavirus, y mientras tanto la capacidad interna de resistir que tenemos los seres humanos se fortalece.
No debemos olvidarnos de las personas que permanecen solas en sus casas y que están necesitadas de conversación. La soledad avanza silenciosa en las casas de los ancianos y los enfermos, los más afectados por el aislamiento no tienen a nadie, salvo su soledad, el miedo y las dudas.
Utilicemos las magníficas posibilidades digitales para estar cerca de quienes están en soledad en estos tiempos de aislamiento. Por los medios digitales podemos reunirnos con otras personas que en otros tiempos habrían estado en aislamiento absoluto. Escribir mails, mensajes, llamar telefónicamente, o por video llamadas. Hoy disponemos de todos los elementos para que, de alguna, manera, no estén ellos y nosotros en soledad.
El monje sugiere que “los jóvenes se ocupen de la compra de los mayores, que los maestros, de manera voluntaria, den apoyo escolar por videoconferencia que las parroquias ofrezcan servicios telefónicos de ayuda; la actividad nos prepara contra la parálisis de la ociosidad”
Necesitamos movimiento por razones físicas, pero también psicológicas y podemos hacer sencillos ejercicios en casa, movernos ser corporalmente activos, usar las máquinas de gimnasia, hacer actividades manuales. Los benedictinos “damos un gran valor al equilibrio entre la actividad espiritual y el movimiento corporal”.
En esta cuarentena debemos encontrar nuevas actividades, nuevos proyectos, serán “nuevas cuerdas que suenen en nosotros”. Sugiere no estar todo el día en pijama, aunque nadie nos ve. Estar vestido así nos desgana y hace que el tiempo sea inmanejable, se nos escapa entre las manos porque hemos dejado de tener puntos de referencia. De repente, la semana, el mes entero se convierte una masa amorfa de tiempo, la vida pierde su sabor, se vuelve insípida. Nos aburrimos, no tenemos ninguna orientación, nos sentimos aún más entregados a los acontecimientos del exterior”.
Se debe pensar que ahora podemos hacer cosas que antes no tenían hueco en nuestra cotidianeidad, o que supuestamente no lo tenían. En tiempo que empleábamos para ir y venir para trabajar o para estudiar lo podemos aprovechar para planificar otras actividades desde casa. (ej. estudiar vía skype, un idioma, música, hacer cursos de bricolaje, cocina, de actualización, etc.)
Hay un peligro cuando, frente al televisor “saltamos de noticia catastrófica a notifica catastrófica, dejando que la falta de aire de la crisis se convierta en falta de respiración propia.”
El médico psiquiátra y psicólogo, discípulo de Freud, Carl Jung, decía que quien trabaja de acuerdo a un ritmo puede trabajar de manera más efectiva y persistente y por eso debemos encontrar nuestro propio ritmo, pero cuando influye demasiado el ritmo exterior en nuestro propio ritmo, puede agotarnos por la exigencia externa. (ej. trabajos con objetivos, o sobreexigidos que con el tiempo se van haciendo insoportables)
La cuarentena nos permite “cortar” con lo exterior, elegir y armar nuestro propio ritmo que nos mantienen en forma en las nuevas actividades que emprendemos.
Pero, ¿por qué la cuarentena nos afecta tanto en nuestra vida espiritual?
Porque acostumbrados a la actividad exterior de manera repentina nos vemos obligados a detener la marcha como consecuencia de un cambio –pandemia-, perdemos de vista los objetivos que teníamos mientras estábamos en actividad. Colapsan numerosos sueños, pequeños y grandes pero son sueños que estaban al alcance de nuestras manos: un nuevo trabajo encuentros con amigos, viajes. Y en lugar de eso uno se sienta en casa en estado de desilusión.
Pero si se acepta la situación, lo cual todavía no significa que se haya renunciado al sueño, pero se acepta que por ahora no se hará realidad. Cambiamos nuestra actitud mental de amargura y resignación por otra de esperanza y confianza. Es muy importante renovar objetivos a partir de la realidad y con las posibilidades que tenemos desde la situación en la que estamos.
Simplemente hay que ponerse nuevos objetivos tanto a corto plazo como a largo plazo. Esto provoca una dinámica interna que surge como el mejor remedio contra un veneno que llamamos desgano, tedio. En estos tiempos cada uno de nosotros debería dotarse de un espacio de libertad.