En la Ohio de finales del siglo XIX fue una mujer la que dispuso que nadie que no sea ella iba a darle una solución de confort a una de las tareas más antipáticas del hogar: lavar los platos. Se le ocurrió crear este electrodoméstico que hoy en día se convirtió en un objeto deseado que, lejos de ser indispensable, sigue sumando adeptos
El mismo pensamiento con 130 años de diferencia. Durante la pandemia las tareas de la casa se volvieron una carga para hombres y mujeres. Basta con revisar qué tipo de artículos y artefactos fueron los que más incrementaron sus ventas: dos objetos se posicionaron en la cima del deseo hogareño: la aspiradora robot y el lavavajillas.
Empoderada, sacó a relucir su ADN inventor: necesitaba un aparato en donde la vajilla pudiera estar bien sujeta, para que los chorros de agua jabonosa la lavaran sin riesgos. Y necesitaba que sea simple, para poder comercializarlo, porque ahora que había enviudado, Josephine ya no tenía casa, sólo deudas.
Josephine patentó su invento en 1886 y fundó la Garis-Cochrane Dish Washing Machine Company, una empresa cuya línea de tiempo marca el comienzo de lo que hoy es KitchenAid/Whirlpool. Sus primeros clientes fueron restaurantes, hospitales y hoteles. En 1893 se presentó en la Exposición Mundial Colombina de Chicago, un evento que servía para conmemorar los 400 años de la llegada de Cristóbal Colón al nuevo mundo. Allí ganó el primer premio como “mejor construcción mecánica, duradera y adaptada al ritmo de trabajo”.
En la Argentina de la pandemia, la empresa heredera de Cochrane vende 1500 unidades por mes, un 29 por ciento más que hace un año.
El lavavajillas tardó en ser aceptado
La poca extensión de la red eléctrica, su tamaño poco apto para las cocinas y cierta resistencia a invertir en una tecnología para una tarea que bien podía ser realizada por una mujer hizo que el lavavajillas tardara en ser aceptado. El precio era poco accesible para aquella época.
El camino de Josephine como inventora y mujer de negocios no fue fácil. Incluso, como tantos otros creadores, no pudo ver en vida el éxito de su invento. Después de su muerte, en 1913, su empresa continuó funcionando y otras marcas adoptaron y compraron su patente.