La noche de la elección puso fin a la hipótesis que sostenía a Sergio Massa como candidato único, al no obtener la mayoría de votos. La derrota del oficialismo, con Unión por la Patria incapaz de superar el 30 por ciento, estuvo marcada por una sorpresa: los números indicaban que Javier Milei era quien le arrebataba el primer puesto. Los resultados fueron un golpe para el peronismo, cuya derrota histórica llevó a Massa a reconocer que no podría mostrarse como el candidato más votado, pese a las promesas previas.
En este escenario, el kirchnerismo pudo encontrar alivio en la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof logró una ventaja de cinco puntos sobre Juntos por el Cambio, mientras que en la gobernación de Santa Cruz, el margen a favor del oficialismo era más ajustado, apenas dos puntos.
El escenario en el Complejo C era conocido por los candidatos, y si bien no había ánimo, Massa bajó la línea de mostrar competitividad en lugar de derrota, pensando en la elección general y el posible ballotage. No obstante, el desafío más crucial lo enfrenta Massa como ministro de Economía, manteniendo constante comunicación con su equipo en medio de la noche electoral, consciente de la necesidad de contener el dólar. Los anuncios previos a la veda, sin embargo, parecen insuficientes en comparación con las expectativas actuales.
El futuro de Massa, tanto como candidato como en la interna de Unión por la Patria, es incierto. Logró unir fuerzas dispares entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, pero el triunfo era la condición. Ahora, deberá apostar a las elecciones generales con más de dos meses por delante, prometiendo mantener la unidad. Mirando a los gobernadores que lo respaldaron, Massa debe demostrar gestión y resultados para revertir los números. La noche fue dura para él, con un porcentaje de votos apenas por encima del 20%, y incluso perdiendo en su bastión de Tigre.
La reacción de Massa será determinante no solo para enfrentar a candidatos extremos como Milei y Patricia Bullrich, sino también para la gobernabilidad de un gobierno que tiene escasos cuatro meses por delante. En esta etapa de desafíos y críticas, el futuro de Sergio Massa se encuentra en la encrucijada.