En una época marcada por avances tecnológicos, la llegada de la inteligencia artificial (IA) ha transformado la forma en que interactuamos con el mundo que nos rodea. Uno de los desarrollos más recientes, el Chat GPT, ha generado una serie de desafíos en el ámbito educativo, obligando a las instituciones educativas y a los docentes a repensar la forma en que enseñan.
Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación y asesora principal de Unesco en Ciudadanía Digital, aborda estos desafíos en su libro «La inteligencia artificial: ¿necesitamos una nueva educación?». En este contexto, plantea preguntas cruciales sobre cómo la IA está transformando el sistema educativo y qué habilidades deben fomentarse en los estudiantes para enfrentar los nuevos interrogantes que esta tecnología plantea.
Uno de los puntos clave que resalta Morduchowicz es la importancia de enseñar a preguntar. En un mundo donde la IA puede proporcionar respuestas y realizar tareas que antes eran exclusivas de los humanos, la habilidad para formular preguntas precisas y relevantes se vuelve esencial. ¿De qué sirve un sistema de inteligencia artificial al que hay que preguntarle si los estudiantes no saben encontrar las palabras justas para formular la pregunta?
El énfasis en enseñar a preguntar no es nuevo en el ámbito educativo, pero la llegada de la IA lo ha vuelto más urgente que nunca. La IA puede proporcionar respuestas a preguntas simples, pero su capacidad para comprender y responder a preguntas complejas depende de la calidad de la pregunta formulada. Los estudiantes deben aprender a precisar sus preguntas y a repreguntar para comprender mejor los resultados que obtienen de la IA.
La IA también plantea desafíos en términos de información y conocimiento. Con la cantidad abrumadora de información disponible en línea, es esencial que los estudiantes desarrollen habilidades para evaluar la calidad y confiabilidad de las fuentes. La IA puede proporcionar información, pero no necesariamente garantiza su veracidad. Los estudiantes deben aprender a distinguir entre información confiable y falsa o dudosa.
Además, la IA puede tener sesgos y omisiones, lo que la hace imperfecta en la generación de respuestas imparciales. Por lo tanto, los estudiantes deben ser capaces de evaluar críticamente el resultado que ofrece la IA, cuestionar su eficiencia y calidad, y comprender cómo funciona.
En resumen, la IA no debe ser vista como una amenaza para la educación, sino como una oportunidad para fortalecer las habilidades fundamentales de los estudiantes, como el pensamiento crítico, la argumentación, el trabajo en equipo y la empatía. La tecnología puede ser una herramienta poderosa, pero su uso efectivo depende de la capacidad de los individuos para formular preguntas relevantes y evaluar críticamente la información que reciben.
En este contexto, la educación debe evolucionar para adaptarse a las demandas de la era de la IA. Los docentes tienen la responsabilidad de guiar a los estudiantes en el desarrollo de estas habilidades críticas y prepararlos para un mundo donde la capacidad de preguntar y cuestionar será más valiosa que nunca. La IA no reemplazará a la escuela y al docente si se enfoca en fomentar estas competencias esenciales para la vida en el siglo XXI.
En lugar de prohibir o resistirse a la tecnología, la educación debe abrazarla como una aliada en la formación de ciudadanos digitales competentes y éticos. La tecnología está aquí para quedarse, y la educación debe adaptarse para aprovechar su potencial al máximo.
La enseñanza de la inteligencia artificial es un llamado a repensar la educación y preparar a las generaciones futuras para enfrentar los desafíos y oportunidades de un mundo cada vez más digital. Enseñar a preguntar es la clave para empoderar a los estudiantes y ayudarlos a comprender y utilizar la inteligencia artificial de manera reflexiva y crítica.