Investigadores de la Universidad de la República (Udelar) y de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) han llevado a cabo un estudio que vincula el aumento de la población de cianobacterias en la cuenca del río con la producción agrícola, la cual se basa en el uso intensivo de fertilizantes fosforados.
Las cianobacterias son microorganismos fotosintéticos que han habitado las aguas de nuestro planeta durante millones de años y desempeñan un papel fundamental en el funcionamiento de los ecosistemas. Sin embargo, cuando los entornos acuáticos experimentan cambios, algunas de estas cianobacterias se multiplican de manera desmedida y pueden generar cianotoxinas que tienen efectos perjudiciales para la salud, según lo indicado por Carla Kruk, docente del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias y del departamento MEDIA Centro Universitario Regional del Este, ambos pertenecientes a la Udelar.
«Si entramos en contacto con grandes concentraciones de esas toxinas de forma directa en el agua que consumimos o en la que nos bañamos, o de forma indirecta cuando comemos animales o vegetales que tuvieron contacto con las cianobacterias, podemos sufrir desde alergias hasta daños hepáticos o neurológicos. Por otro lado, la exposición continua a bajas concentraciones puede dar lugar a tumores», agregó Kruk en un artículo publicado por el sitio de la Fauba Sobre la Tierra.
Cabe destacar que en los últimos veinte años, las floraciones de cianobacterias se volvieron cada vez más frecuentes debido a los ncivos agroquimicos utilizados por la producción agrícola. Incluso se detectaron altos niveles de cianobacterias entre 2010 y 2020.
Principalmente esto se debe a cuando llueve, donde los agroquímicos -y puntualmente los fertilizantes fosforados- pasan del suelo al agua y las cianobacterias utilizan esos nutrientes y aumentan su biomasa exponencialmente. Gervasio añadió que en la actualidad hay un área inmensa de soja que se fertiliza al voleo con fósforo, o incluso se sobrefertiliza, y que los nutrientes también llegan al agua por la erosión del suelo. «Desde el lado agronómico, es una luz amarilla tirando a roja. Tenemos que cambiar las formas de producir».
Piñeiro, investigador del CONICET en el Instituto IFEVA (UBA-CONICET), enumeró un gran abanico de buenos manejos agronómicos que se pueden implementar: «por ejemplo, mejorar las prácticas de fertilización, usar cultivos de servicio que protegen el suelo y evitan que se erosione, o utilizar cultivos trampa cerca de arroyos para capturar nutrientes y evitar que se vayan al agua».
Al mismo tiempo, planeó que se rediseñen los paisajes para sacar provecho de sus funciones y beneficios, no solo para la producción agrícola, sino también para que provean agua segura. Igualmente afirma que el proceso de concientización es complejo y tiene una gran extensión de abordajes, por lo tanto, este complemento para la transformación de la ecología conllevaría un largo tiempo.
Los riesgos en la salud por el contacto con estas cianobacterias no corre solo por el consumo de aguas contaminadas, «Existen casos de intoxicación por realizar deportes náuticos en aguas con floraciones de cianobacterias. Hace unos años, una niña de casi 2 años tuvo que recibir un trasplante de hígado luego de bañarse junto con su familia en aguas con cianotoxinas».
Es importante la difusión de estos riesgos ya que las floraciones son intermitentes y se pueden encontrar en cualquier tipo de laguna o río. Si bien su desarrollo es común en épocas de verano, actualmente hay floraciones que vinieron para quedarse y se hicieron permanentes en muchos cuerpos de agua.
Para finalizar, Carla y Gervasio coincidieron en que es necesario que se tomen medidas en áreas como de las de salud, producción y la legislativa para tratar este problema recurrente.